¿Por qué pides perdón sin que sea necesario?

Hoy he leído este post publicado en el blog Éxito en femenino y, aunque no soy muy partidaria de la psicología y terapias de ayuda enfocadas especialmente para los mujeres porque creo que las diferencias en los problemas las marcan las circunstancias y no el sexo del afectado, este post me ha gustado porque he visto en él reflejado a personas que tengo cerca.

Quizás a vosotros también os haga pensar y/o ayudar a algun@ amig@ o familiar que por alguna razón o sin darse cuenta, se sitúa por debajo de los demás.

Os dejo el post:

A los niños les decimos que es una “palabra mágica”, para algunos es “la palabra más difícil de pronunciar”, sin embargo, algunas personas, especialmente mujeres, repiten “perdona” o “lo siento” con mucha más frecuencia de lo necesario.

En este artículo, reflexiono sobre qué ocurre cuando se pide “perdón” con excesiva frecuencia, sus consecuencias y alternativas. Si tienes este hábito o conoces a alguien que lo tenga, te invito a que sigas leyendo.

El perdón como muletilla

Para muchas personas, “perdón” es una “entradilla” antes de decir algo, una forma de captar la atención de su interlocutor.

La marca Pantene ha editado un video sobre la frecuencia con que las mujeres piden perdón en situaciones cotidianas, en el ámbito laboral, con desconocidos, con su pareja… e invita a hacerlo de otro modo. Puedes ver el vídeo en pinchando en el siguiente enlace.

 http://youtu.be/rzL-vdQ3ObA

Todos sabemos que pedir perdón constantemente y de modo innecesario es una costumbre que no nos favorece, ni desde el punto de vista interno, del concepto que tenemos de nosotras mismas, ni del externo, la imagen que proyectamos al exterior.

“Disculparse en exceso pone a las personas en una posición de inferioridad y hace que los demás le pierdan el respeto” dice la experta en liderazgo Sylvia Ann Hewlett quien asegura que esta práctica “pone en entredicho la firmeza que transmitimos y hace que parezcamos menos confiables para asumir responsabilidades”.

Algunas veces, lo hacemos sin darnos cuenta, otras, somos totalmente conscientes y sabemos que este hábito no nos favorece, pero si es así ¿por qué continuamos haciéndolo?

La autora mencionada lo atribuye a factores educacionales, para algunas personas evitar conflictos forma parte de la educación que han recibido. Bajo este paradigma, imponerse en una situación o mostrar autoridad puede ser percibido con incomodidad, por eso, estas personas tienden a suavizar sus mensajes para no ser considerados agresivos.

Disculparse antes de hablar es una forma de “sacarle hierro” a lo que tenemos que decir y así evitar un posible conflicto.

Piénsalo ¿Cuántas veces lo has hecho?

La cuestión es que pedir “perdón” con demasiada frecuencia puede perjudicarte más (especialmente en el ámbito profesional) que el malestar producido por ser demasiado directa mostrando tu desacuerdo ante una situación.

Por ello, se trata de dosificar el uso de esa palabra y utilizarla únicamente cuando realmente tienes algo por lo que disculparte.

Un ejercicio es estar atenta a cuando te disculpas, cómo era la situación, cómo te sentiste y qué valoración haces ¿era necesario hacerlo?

Muchas veces “perdón” es sólo una muletilla, pero el modo en que lo utilizas puede indicar que una persona o situación que te hace sentir insegura. Ser consciente de las razones por las que utilizas esta palabra puede ayudarte a estar atenta y cambiar tu comunicación hacia una más asertiva y que genere mayor confianza.

¿Cómo evitarlo?

Tenlo en cuenta

Si consideras que sería bueno para ti “racionar” las disculpas, lo primero es tomar conciencia de en qué situaciones (y con qué personas) lo sueles actuar así.

Es importante que estés pendiente cuando ocurre para evitarlo, tal vez alguna persona de tu entorno pueda ayudarte a detectar cuando lo haces de forma automática. Saber que alguien te está observando te ayudará a tener un mayor nivel de control sobre lo que dices.

Encuentra otra frase

A veces decir “perdón” es más sencillo que pensar en la palabra que realmente quieres decir, pero en realidad se convierte en un modo de sacar importancia y peso a lo que comunicas” dice Hewlett. Una buena alternativa es ser más cuidadosos eligiendo las palabras que realmente quieres decir.

Una buena opción es sustituir “perdón” por otra palabra, por ejemplo “te diré que” o “déjame decirte que”… la que mejor encaje contigo y te salga con mayor naturalidad.

El silencio

Muchas veces, no decir nada es mejor que pedir perdón. “utilizar el silencio es una buena forma de llamar la atención sobre nuestros interlocutores de un modo no intimidante”.

Se trata simplemente de omitir el “perdona” con el que inicias una frase y sustituirlo por una mirada para captar la atención.

Te animo a que pruebes estas ideas y compartas los resultados, cómo te sientes reduciendo el número de “perdona” y cómo crees que te perciben desde fuera con esta nueva forma de transmitir.

 Recuerda que eres dueñ@ de tu vida, convierte tu libertad en valor.

 

Sobre la autora:

Isabel Gómez, es Consultora y Coach Profesional en Éxito en Femenino www.exitoenfemenino.com 

Licenciada en Ciencias del Trabajo, Master en Marketing, MBA y Emprendedora vocacional.

Si quieres recibir claves prácticas para ganar autoconfianza y avanzar hacia tus objetivos, descárgate totalmente GRATIS el ebook PONTE EN VALOR a través de este enlace: http://www.exitoenfemenino.com/ponte-en-valor/.

 

 

 

La sonrisa te cambia la vida

Tengo que reconocer que esta semana, por una serie de circunstancias, no estaba siendo la mejor de mi vida.

Siempre intento pensar que soy una mujer muy afortunada, aunque haya tenido malas experiencias en la vida, pienso que hay que aprender de ellas porque te hacen más fuerte y sabio. No me gusta consolarme diciendo «los hay que están peor que yo», porque mal de muchos, consuelo de tonto. Prefiero mirar a la vida desde una perspectiva objetiva y realista, y decir «sí, siempre se puede vivir mejor, pero mi vida es maravillosa».

Sin embargo, como os digo, la semana se me estaba haciendo cuesta arriba, pero hubo algo, una especie de «bofetada» que me hizo reaccionar. Una persona que conozco desde hace unos dos meses, pero que apenas nos vemos una vez en semana y con la que no comparto ningún aspecto personal, ayer, sin venir a cuento, me dijo: «a ti te sonríe la vida». Por un momento no pude reaccionar… Qué veía esa persona en mí para decirme eso? Además justo una semana mala en la que no tenía ganas de nada? Pues estoy segura que lo que veía era mi sonrisa 🙂

Siempre intento sonreír, hasta cuando por dentro tenga ganas de llorar, porque con una sonrisa se ve y te ven diferente. Sonreír es un gesto que de forma inconsciente te hace afrontar la vida de una forma más optimista, los problemas lo son menos y las ganas de seguir adelante aumentan. Además todos tenemos motivos para sonreír porque seguro que no os falta un familiar o amigo que os quiere, o simplemente porque disfrutáis escuchando una canción o comiendo un helado 😉

Todos tenemos motivos, aunque sean muy pequeñitos, para sonreír. Encuentra los tuyos e intenta llevar siempre dibujada una sonrisa en la cara porque disfrutarás aún más de esta maravillosa vida.

Yo lo hago y me funciona.